Gestión emocional en casa: cómo hablar de la pérdida con nuestros hijos
Hace unos meses estuve en una escuela donde murió un niño de 7 años, los maestros no sabían cómo hablar de esta situación con los compañeros de clase, ni cómo comunicarlo al resto de niños y niñas de la escuela, y improvisaron. Los padres no sabían cómo responder a todas las preguntas que sus hijos les hacían sobre la muerte, sobre el entierro, sobre el cielo, sobre por qué morimos, y improvisar. Nadie, ni maestros ni padres sabían cómo acercarse a los padres de este niño, qué decir, qué hacer, qué no hacer, y improvisar. Fueron unas semanas de muchas preguntas sin respuesta, de mucho silencio y de mucho dolor. Ayudar a nuestros hijos a comprender la muerte y afrontar la pérdida es muy importante ya que depende de cómo nosotros (los adultos) les presentamos podemos evitar que a la larga puedan tener dificultades en su proceso de duelo y esto afecte su bienestar físico y emocional. Este sentimiento de impotencia, “de incapacidad”, de no saber cómo abordar el tema con nuestros hijos tiene que ver con dos cosas: la primera es que vivimos en una sociedad que da la espalda a la muerte y la vivo como un tema tabú. Por lo tanto, nadie nos enseña cómo afrontar la pérdida de un ser querido, y cuando ésta aparece, nos encontramos faltos de recursos para gestionarlo. Por otra parte, existe la falsa creencia de que los niños no pueden comprender lo que está sucediendo o paradójicamente se cree que son incapaces de sostener el impacto de la muerte de un ser querido. Así pues, cuando aparece la muerte lo que hacemos con el objetivo de proteger a nuestros niños y niñas es apartarlos física y / o emocionalmente de la situación de pérdida, los enviamos a casa de un vecinos o no les decimos lo que ha sucedido. Si los apartamos les estamos quitando su derecho a experienciar la vivencia de duelo como parte natural de la vida, y estamos fomentando el miedo y la inseguridad. Los niños necesitan conocer lo ocurrido, la certeza es dura pero las incertidumbres lo son mucho más.
La cuestión es, como decimos la verdad de manera que permita que el niño pueda comprender lo que está pasando y lo pueda vivir de la mejor manera posible (que no es sin dolor). Hay muchas formas de comunicar una noticia de este tipo y este es un punto clave. Me he encontrado con padres que con la buena intención de proteger a su hijo utilizan eufemismos como por ejemplo: “Tu amiguito ahora duerme profundamente” “se ha ido de viaje” “ahora está en el cielo” etc. Debemos tener presente que perder a alguien querido genera de manera natural dolor y este debe poder vivir y expresar, por lo tanto la utilización de eufemismos no hacen más que confundir al niño, ya que él entiende lo que le decimos de manera literal , por lo tanto si el amigo se ha quedado dormido profundamente, cogen miedo a dormir, o se enfadan porque se ha ido de viaje y no se ha despedido o no llama, o cogen miedo a volar porque el cielo está lleno de muertos. Así pues, como lo tenemos que hacer? Como comunicamos la verdad de lo ocurrido?

En primer lugar, debemos usar el verbo morir (“Tu amigo Jordi ha muerto”). Y garantizar que el niño comprende que morir quiere decir que el cuerpo de la persona deja de funcionar (dejar de respirar, comer, tener frío y calor, de hablar …). Una vez dada la explicación física entonces podemos añadir la explicación espiritual si es que tenemos creencias. En segundo lugar, es importante explicar el por qué ha muerto y para ello tenemos que utilizar el adverbio “muy” (p.e: Jordi ha muerto porque estaba muy muy muy muy muy muy enfermo). De esta manera los niños captan la magnitud de las circunstancias que provocan la muerte, ya que por ejemplo si yo tengo la gripe y estoy en cama por mis hijos estoy muy enferma. En resumen podríamos decir que un niño puede vivir cualquier situación, siempre y cuando se le diga la verdad y se le permita compartir con las personas queridas los sentimientos naturales que la gente tiene cuando sufre.
Mònica Cunill Olivas. Doctora en Psicologia
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