La Gestión Emocional

La gestión emocional es la capacidad para manejar las emociones de forma apropiada. Supone tomar conciencia de la relación entre la cognición, el comportamiento y la emoción; tener buenas herramientas de afrontamiento; capacidad para generar-se emociones agradables…etc.
Dentro de esta competencia podemos encontrar diferentes microcompetencias.
–Expresión emocional adecuada: La entendemos como la capacidad para expresar emociones de manera apropiada. Implica la destreza para entender que es estado emocional interno a veces no corresponde con la expresión externa. Tanto en uno mismo como en los demás. Supondría el entendimiento del impacto que la propia expresión emocional y el comportamiento de uno/a mismo/a puedan tener en el resto.
–Habilidades de afrontamiento: Seria la habilidad para afrontar retos o situaciones de conflicto, con las emociones que esto genera. Por lo tanto conlleva estrategias de autoregulación para gestionar la duración y la intensidad de dichos estados emocionales.
–Capacidad para autogenerar emociones agradables: La entendemos como la capacidad para autogenerarse experimentando de manera consciente emociones agradables como la alegría, el humor, el fluir, el amor…etc. Buscando una mejor calidad de vida y bienestar, disfrutando plenamente de cada momento de la vida.
–Gestión de emociones/sentimientos : Significa aceptar que las emociones a menudo deben ser reguladas. Por lo tanto incluye la gestión de la tolerancia a la frustración, impulsividad…etc.
Por lo tanto, a continuación os ofrecemos algunas orientaciones que los adultos podemos ofrecer a los niños/as para favorecer una buena práctica de la gestión emocional contribuyendo así en su bienestar y felicidad:
Permitir expresar, sin prohibiciones, todas las emociones que sientan los niños/as. Por ejemplo, tienen derecho a expresar su tristeza. Por lo tanto los adultos debemos intentar no utilizar las palabras “no llores”, “ya te pasará no es nada”…etc, validando y legitimando todas las emociones de los más pequeños.
No eliminar las emociones desagradables, ya que hay que vivir tanto las emociones agradables como las desagradables para un buen aprendizaje emocional. Sentir miedo, vergüenza o enfado es tan importante como sentir amor, cariño o alegría; ya que en los dos casos estas emociones nos ofrecen un mensaje.
Ofrecer espacios en los que los niños/as tengan relaciones sociales saludables.
Reconocer nuestras propias emociones para poder reconocer las de los demás, y en este caso las de los niños/as.
Dar herramientas para que los niños/as se familiaricen con estrategias que fomenten el bienestar. Como por ejemplo practicar masajes para relajar-se.
Permitir que los niños/as se equivoquen, aprendiendo así a ser más autónomos emocionalmente hablando.
Enseñar a los/las niños/as a poner nombres a sus emociones.
Dar importancia al lenguaje emocional a través del cuerpo y la palabra. Por ejemplo, la alegría se muestra a través de una sonrisa y de un mensaje verbal, me siento contento/a.
Hacer sentir validosos/as a los niños/as, que son importantes y que sus necesidades son importantes.
Favorecer el desarrollo de la empatía. Esto contribuirá a la convivencia y relación con los demás.
La familia tiene que ir de la mano con la escuela para poder contribuir conjuntamente en su bienestar.
Enseñar a los niños/as a decir lo que quieren, sienten, lo que les gusta, lo que no les gusta o les disgusta… y a expresarlo sin tener que gritar, insultar, pegar…etc. Por lo tanto, los adultos somos sus principales modelos de referencia para aprender esta destreza.
Hacerles entender que la emociones no necesariamente derivan a un determinado comportamiento, ya que estas se pueden regular y gestionar. Por ejemplo la ira no tiene porque derivar en violencia.
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